Dentro de todos los acontecimientos religiosos que se celebran durante la época navideña encontramos la popular “Misa del Gallo” (o Misa de Gallo), que tenía lugar a las 12 de la noche del día de Nochebuena, el 24 de diciembre (este año se adelantará por la situación que nos está tocando vivir).
La mayoría de los historiadores y voces más autorizadas en el tema litúrgico señalan, como origen a esta tradicional conmemoración religiosa del nacimiento de Jesús, al Papa Sixto III quien, en el siglo V, instauró la costumbre de celebrar una misa de vigilia nocturna en la medianoche del día de celebración del nacimiento del Mesías, tras la entrada al nuevo día (Navidad), en el “ad galli cantus” (al canto del gallo).
El “ad galli cantus” se refería al momento en el que empieza el nuevo día y que, según las antiguas tradiciones romanas, éste comenzaba en la medianoche en el canto del gallo.
Pero, como no todas las fuentes están de acuerdo con este origen, hay quien lo coloca en una antiquísima fábula que cuenta que durante el nacimiento de Jesús había un gallo en el establo, el cual fue el primer ser vivo testimonio de tal acontecimiento y el encargado de pregonarlo, primero a la mula y al buey, después a los pastores y sus ovejas y por último a las gentes que vivían en los alrededores y, por tanto, la venida al mundo del Mesías fue anunciada “ad galli cantus”, es decir, al canto del gallo.
También hay quien asegura que el origen del nombre de la Misa del Gallo tiene su origen en la celebración de esa misma en la Basílica de S. Petrum in Gallicantum (San Pedro en Gallicantu) en Jerusalén. Esta iglesia tomó su nombre del episodio evangélico que relataba como Jesús advirtió a Pedro que éste le negaría tres veces antes de que el gallo cantase.