Filmado en algunos de los lugares más bellos de Italia, Brasil, Alemania y Estados Unidos, este documental (como incluye en la leyenda de su cartel) quiere reivindicar que la vida siempre merece la pena, incluso en las peores circunstancias. Esto lo quiere demostrar mediante los testimonios de diversas personas dignas de todo elogio. Es el caso de un pintor tetrapléjico, del fundador de un hogar para niños abandonados y discapacitados, de un surfista que perdió las manos en un accidente, de una ex medallista olímpica que se ofreció como voluntaria en un centro de apoyo para mujeres embarazadas, de la madre de una niña con síndrome de Down, de una superviviente del Holocausto y de otras personas.
En los escasos 68 minutos de duración, es complicado no asombrarse, o emocionarse, con algunos de esos relatos que dejan claro la grandeza del hombre enfrentado a la adversidad o firmemente dedicado a vivir por los demás. Imposible explicar el caso de ese niño al que su madre intento abortar desde el momento de su concepción hasta el último mes de embarazo o el impresionante apoyo que le dio el padre de una candidata a ir a los juegos olímpicos cuando les confesó que estaba embarazada, no tenía ya pareja, y había decidido no abortar. Escuchando a este tipo de gente, es fácil deducir que hay super héroes a nuestro lado y no los conocemos.
El trabajo cuenta con una bella fotografía de Luis Henrique Marques mientras que la banda sonora, que acompaña poéticamente a las imágenes, ha sido compuesta y conducida por el propio director Gustavo Brinholi.