Una cookie es un fichero de datos que una página web le envía a tu ordenador cuando la visitas. Da igual si estás entrando a la web desde el ordenador o desde el móvil, siempre se solicitará el almacenamiento de la cookie. Tampoco importa si entras desde un navegador independiente o desde el navegador integrado en alguna herramienta o aplicación, también se solicitará la cookie.
La solicitud de almacenamiento del fichero de información en tu ordenador la hará directamente el servidor de la web a la que entras en el mismo momento en el que accedes a ella. Por lo general, notarás que se está solicitando la utilización de cookies porque las webs están obligadas a avisarte y a preguntarte cuáles quieres instalar por la GDPR, la normativa que regula la protección de los datos de los ciudadanos que vivan en la Unión Europea.
Las cookies suelen utilizarse principalmente para dos finalidades principales: recordar accesos y conocer hábitos de navegación. Las cookies hacen que las páginas web puedan identificar tu ordenador, y por lo tanto, si vuelves a entrar a ellas podrán recordar quién eres y qué has hecho antes dentro de ellas.
Lo más importante de las cookies son sus funciones para recordar accesos. Si no existieran, cada vez que entras en una página tendrías que iniciar sesión en ella, algo que acabaría siendo incómodo. En cambio, gracias a las cookies la página web podrá recordar que eres tú, y por lo tanto podrá permitirte seguir en el perfil con el que iniciases sesión sin tener que volver a escribir tus credenciales.
Y no sólo para iniciar sesión. Imagínate que entras en Amazon y colocas muchos archivos en tu cesta de la compra sin tener una cuenta, pero luego te vas. Entonces, cuando vuelvas a entrar, gracias a tu IP y los otros identificadores que miran las cookies, Amazon sabrá quién eres y qué hiciste antes, y muy posiblemente todavía podrá recordar lo que tenías en la cesta de la compra para que no tengas que volver a meterlo.
Y como estos dos ejemplos, hay muchos más. Las cookies no son malas por naturaleza, ya que son útiles al recordar tus configuraciones y estados en las webs que has visitado en tu actual sesión de navegación. También ayudan a recordar otros datos como que prefieres usar el tema oscuro en una web, que estás buscando vuelos a Los Ángeles o que tu divisa preferida es el euro.
Y la segunda función es la más conflictiva, y precisamente la que ha hecho que tengan tan mala fama. Las cookies también sirven para conocer la información sobre tus hábitos de navegación, algo que pueden utilizar terceros para enviarte información relacionada a tus intereses, pero también para identificarte como usuario según las páginas que visitas.
Algunas empresas como Facebook y otros servicios publicitarios, insertan paquetes de cookies en muchísimas de las webs que visitas en Internet, aunque no estén relacionadas con sus servicios. De hecho, cuando configuras las cookies puedes fijarte en que uno de los apartados que puedes deshabilitar es el de los socios comerciales, que son precisamente las empresas de publicidad.
Estas cookies son como cámaras de vigilancia colocadas por estas empresas por todo Internet, de manera que pueden saber en qué páginas entras, y por lo tanto, crear un perfil de tus gustos personales. También pueden registrar tus búsquedas en los buscadores como Google o Bing, o los internos de tiendas online, también para conocer tus gustos y necesidades.
De esta manera, se puede crear un perfil sobre ti y tus gustos que luego se puede vender o intercambiar con otras empresas. Así, cuando visitas una web que tiene instalado determinado sistema de publicidad, gracias a las cookies que ese sistema tiene en todo Internet puede mostrarte anuncios de temas que sabe que te van a gustar. Esto también vale para cuando Google, Facebook o Twitter venden publicidad, ya que ellos también tienen tus datos.
Esto propicia que los anunciantes puedan pagar por crear campañas publicitarias orientadas a determinado público. Por ejemplo, una marca deportiva posiblemente prefiera centrarse en los usuarios a los que les gusten los deportes, ya que si compran una campaña de un número concreto de impresiones (cada impresión es una vez que le aparecen a alguien), mostrarle publicidad de zapatillas de running a alguien que no ha corrido en su vida posiblemente sea tirar el dinero.