Javier Reverte |
Se trata de una obra lúcida, hilarante y comprometida, en la que convergen géneros como la sátira, el esperpento, la parodia, la picaresca, el costumbrismo y el absurdo para componer un retrato, a un tiempo despiadado y cálido, hecho con idénticas dosis de rabia y afecto, de un país lleno de vicios deplorables pero también de seres entrañables que se resisten a la derrota definitiva.
'Hombre al agua' es digna heredera de esa corriente periodística y literaria española que ha acudido al humor más desatado con el objetivo de denunciar las profundas desigualdades sociales y los abusos de poder en todos sus estamentos. Impulsado por su compromiso social —luchó por el derecho de los creadores a percibir derechos de autor sin menoscabo de sus respectivas pensiones de jubilación—, Javier Reverte no deja títere con cabeza pues no hay gran institución o estamento que se salve de las pullas o la ridiculización. La Corona, políticos, sindicalistas, eclesiásticos, militares, policías, tertulianos, el CESID, el Opus Dei…
Sin embargo, por su novela póstuma también desfilan sus conocimientos de la literatura universal, invocándose, directa o indirectamente, desde clásicos griegos como Homero o Ariosto a la poesía de Rilke o referencias a obras de Shakespeare. Atención especial merece el guiño a uno de los pensadores y escritores por los que Reverte profesaba una mayor veneración, Albert Camus, cuya pieza dramática 'Los justos' —en torno a un grupo de revolucionarios que discuten cómo socavar al régimen zarista— encuentra ecos en el retrato del grupúsculo de anarquistas estrambóticos que urden un delirante complot para dañar al capital.
La ciudad de Madrid es un protagonista más, por no decir uno de los principales, y en su esperpéntica visión de la misma, Javier Reverte tuvo en 'Luces de bohemia' uno de sus grandes focos de inspiración. Y es que, si en el clásico de Valle-Inclán los héroes de la tragedia griega acudían a mirarse en los espejos deformantes del callejón del Gato, el protagonista de esta tragicomedia picaresca observa su reflejo en los sucios charcos de la plaza de Lavapiés y se lanza de lleno a la vida, aunque suponga mojarse.
También al modo del Galdós tardío, el de la quinta serie de los 'Episodios nacionales', el autor encuentra un modo muy personal de reflejar los males del país desde la burla desatada, simultaneando los ambientes sórdidos con las referencias elevadas.