Navaja gigante en la entrada del Museo |
Antes de entrar en las salas interiores del museo llama la atención la figura de una navaja gigante, la más grande del mundo, pues mide 7,20 metros, cuarenta veces el tamaño de una navaja de bolsillo, y pesa unos 1.600 kilos, apoyada sobre una piedra de seis toneladas. La idea surgió en 2011 con la ayuda de un vecino de la villa, Alberto Calvín, quien donó al museo un roble para elaborar el mango de esta navaja. El tamaño del árbol marcó finalmente las dimensiones de la pieza.
El museo se había inaugurado cuatro años antes, en 2007, para mostrar la vida y la cultura de los ferreiros, así como la historia de los cuchillos y de las navajas que se han exportado a todo el mundo. Hoy no sólo se muestran las antiguas técnicas para fabricar la navaja, sino también las innovaciones modernas que han permitido incrementar la producción de esta herramienta útil y versátil empleando siempre materiales naturales en la empuñadura como la madera, el azabache, la plata o el hueso. El tour de la visita resulta también muy interesante porque puedes conocer la historia de la cuchillería en Taramundi, el proceso de elaboración de las piezas y disfrutar de una exposición original de cuchillos y navajas tradicionales.
Desde el punto de vista histórico, está documentada la presencia de los ferreiros en este rincón asturiano desde finales del siglo XIX. Los artesanos preparaban en esa época cerraduras, herrajes para carros, herramientas de campo y de carpintería de obra y fue a principios del siglo XX cuando se inició la fabricación de navajas y cuchillos. Pardiñas es una de esas villas donde se asentaron algunos ferreiros, aunque la actividad principal del pueblo fue siempre la agricultura y la ganadería, además de la forja. Sus habitantes se dedicaban fundamentalmente a cultivar trigo, patatas, maíz y centeno al tiempo que aprovechaban los pastos más cercanos en la Sierra de Eiroá para pastorear con vacas, caballos, cabras y ovejas.
Hoy la aldea, que se divide en dos núcleos, Pardiñas de Baixo y Pardiñas de Riba, cuenta solo con unos pocos habitantes que luchan porque haya un relevo generacional entre los jóvenes de la comarca para que no se extinga la industria cuchillera.