viernes, 8 de enero de 2021

El desfiladero más largo de España

Desfiladero de La Hermda
La Hermida
es uno de los accidentes geográficos más singulares del Occidente de Cantabria, un desfiladero horadado a través de los siglos por el río Deva que ha ido arañando las calizas carboníferas del macizo de Ándara. A un lado y al otro enormes farallones rocosos casi verticales que alcanzan en algunos tramos los 600 metros de altura, con un desnivel de hasta 1.200 metros entre las cotas más altas y el fondo del valle.

Junto a la corriente, impresionantes canchales producto de los desprendimientos y la fragmentación de las piedras, que han obligado a poner telas metálicas protectoras. Curvas y más curvas (hay quien las ha contado y aseguran que hay 528, algunas con menos de 25 metros de radio) a lo largo de 21 kilómetros, lo que le convierten en el desfiladero más largo de España y una de las diez carreteras más espectaculares del mundo.

Toma su nombre del pueblo de La Hermida por el que transcurre la N-621 que va de Unquera a León, pasando por Potes, preciosa villa elegida este año como "Capital del Turismo Rural y Pueblo Más Bonito del Interior de España".

La sinuosa carretera fue construida a principios del siglo XIX para transportar la madera que, procedente de los bosques lebaniegos, servía para la construcción de barcos en los astilleros cántabros. Desde entonces se ha ido mejorando el firme, pero la anchura de la doble vía es muy difícil de ampliar ya que no hay espacio salvo el que se roba a las montañas. Hay que tener en cuenta que un amplio tramo de su trazado pasa por el Parque Nacional de Los Picos de Europa, Reserva de la Biosfera y Zona Especial de Protección para las Aves.

Acercándonos a Potes, justo al final del pueblo de La Hermida, es aconsejable desviarse, aunque esto retrase aún más nuestro viaje. El coche trepa unos 10 kilómetros por la CA-282 y llegamos a Piñeres donde un corto camino a la derecha nos lleva al mirador de Santa Catalina. Allí, un balcón voladizo pone a nuestros pies el desfiladero. A vista de pájaro, la N-621 parece una senda de hormigas entre pedruscos.

Pero más arriba aún, vuela en círculo una bandada de buitres leonados, los auténticos señores de La Hermida. Con suerte también se dejarán ver águilas y rebecos. Con mucha, pero mucha suerte, algún urogallo o un oso pardo, algo que pocos, muy pocos, pueden decir que han visto sin faltar a la verdad. Más fácil de ver es el pequeño pueblo de Cicera, inmutable y coqueto a los pies del Monte Hozarco.

En las laderas de la garganta la vegetación es escasa, solo algunas matas rupícolas. En las zonas un poco llanas hay encinas, alcornoques, hayas y robles. Abajo, junto a las huertas que ocupan pequeñas parcelar ribereñas, fresnos, nogales, sauces e higueras.

Junto al mirador hay algunas piedras semienterradas entre las hierbas, que si no fuera por un cartel explicativo pasarían desapercibidas. Son las ruinas de un castillo medieval conocido como La Bolera de los Moros, donde dice la leyenda que los agarenos jugaban con bolos y bolas de oro.