El Panteón de hombres ilustres, en París |
El presidente, Emmanuel Macron, ha rechazado el ingreso en el templo laico de la República francesa en París de Rimbaud y de su amante y poeta coetáneo, Paul Verlaine. La decisión de Macron, que posee la potestad para decidir quién entra en el Panteón, pone fin a una de estas polémicas literarias que solo puede darse en Francia. Los partidarios del traslado defendían que la entrada en el Panteón de dos hombres que, amén de poetas geniales, fueron amantes, serviría para “desempolvar” el templo y honrar “a la bohemia, a la poesía y a dos grandes homosexuales”.
Los detractores replicaban que el Panteón representa precisamente todo lo que en vida horrorizó a poetas malditos como Rimbaud y Verlaine: las instituciones, los oropeles, el poder. O que introducirlos juntos era un signo de una supuesta americanización de Francia, porque implicaba celebrarlos como pareja gay, en consonancia con las políticas identitarias que provocan urticaria en algunos sectores de la cultura francesa.
La idea de llevar a la pareja a la catedral republicana salió de una visita de un grupo de amigos, entre ellos el editor Jean-Luc Barré y el ensayista Frédéric Martel, a Charleville-Mézières. a los que les espantó un poco ver al pobre Rimbaud rodeado de los suyos, de quienes no cesó de huir durante su vida, y quienes, después de su muerte, tergiversaron el sentido de su obra.
Los promotores de la panteonización de Rimbaud y de Verlaine recogieron miles de firmas y apoyos de personalidad culturales y políticas. Pero toparon con una fuerte oposición entre muchos rimbaldianos, la palabra que designa a los lectores y estudiosos de quien está considerado como uno de los fundadores de la poesía moderna.