Hay edificios que tienen tantas vidas como usos se les ha dado a lo largo de su historia, sometidos a transformaciones que eliminan parte de su aspecto exterior pero mantienen su esencia. Uno de ellos es el edificio que alberga el centro cívico de San Agustín y que en su día fue el hospicio, como así se le conoció durante muchos años, pero que también fue una escuela para niños y niñas sordas.
Parte de esta historia y sus avatares se recogen en una sencilla pero muy ilustrativa exposición, titulada ‘El hospicio provincial de San Agustín’, que ha impulsado Nicolás Rodríguez Cano, persona sorda, que ha realizado su labor durante la última parte del pasado año en el centro cívico de San Agustín como monitor de ocio y tiempo libre, con la organización de talleres infantiles.
Una labor que forma parte de un convenio de colaboración entre Aransbur (Asociación de Familias de Niños Sordos de Burgos) y la Gerencia de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Burgos que tienen como objetivo la integración laboral de personas con discapacidad.