Desde Polonia, y con un retraso de tres años en estrenarse en nuestro país, llega a las salas de cine este drama sobre inmigración e identidad, que tiene detrás a los productores de la oscarizada Ida. Como en aquella, la directora Urszula Antoniak ha optado por la opción de utilizar blanco y negro y no el color.
El protagonista de este film es un joven polaco, asentado en Alemania, que se siente perfectamente integrado y no reniega de su procedencia pero que ha olvidado sus raíces. De buena posición social, porque ejerce en un despacho de abogados, es insensible a los problemas que le rodean. Todo cambia cuando reaparece en su vida un hombre desastrado, que afirma ser su padre. Será entonces cuando broten los conflictos internos, por un lado siempre ha sufrido la ausencia de ese padre pero, por otro, no quiere aceptar que ese hombre fracasado es su progenitor.
Una propuesta amarga para reflexionar en la que, eso sí, la directora hace un uso innecesario de desnudos masculinos y femeninos que no aportan nada a la historia salvo cierta turbiedad en esas escenas.