Un ritmo frenético es la nota característica de este thriller psicológico que retrata una sociedad desquiciada en uno de los escenarios donde una persona normal se reúne con otros individuos de los que no sabe nada ni tiene nada en común: la carretera.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice o lo que se hace porque cualquier conductor se ha encontrado con esa experiencia tan común con un enfado al volante que deriva en una auténtica trifulca. Eso le ocurre a Rachel, una joven madre que llega tarde a su trabajo cuando, en un semáforo, recrimina a Tom porque no mueve su coche. De esta forma una situación cotidiana se convierte en terrorífica.
El carismático actor Russell Crowe encarna al personaje oscuro, al villano de la trama, con un aspecto irreconocible puesto que luce un cuerpo con sobrepeso, muy alejado de la atractiva imagen que todo mundo recuerda en papeles que le dieron fama como Gladiator o Una mente maravillosa.
El poderío que destila esta estrella en la pantalla supuso que una de las dificultades de la película consistió en encontrar a una actriz que soportara perfectamente su coprotagonismo en este film. Se decantaron, tras un casting exhaustivo donde vieron a más de 60 actrices, por la joven y no demasiado conocida Caren Pistorius, porque el director consideró que reunía dos características básicas para su personaje: fragilidad física pero también determinación en su mirada. Sin duda acertaron. En ella se vislumbra una de las características de cualquier madre de familia: arriesgar su propia vida en defensa de sus seres queridos.