Mirador del Fin del Mundo, en el geoparque de Granada |
De aspecto reseco de tierras baldías, repartidas entre profundos barrancos erosionados por agua y viento, abarca un extenso territorio de 47 municipios granadinos. No envidia a las badlands o región desértica australiana, ni tampoco al valle de la Muerte californiano. Y más ahora que, por su carácter extraordinario se ha incorporado a las joyas de la geología al ser admitido en la red mundial de geoparques de la Unesco.
La llegada de esta denominación no solo resalta el valor de lo que pisamos, pues contiene huellas fósiles de los grandes mamíferos que, hace 2,5 millones de años, coexistieron con los primeros europeos, sino que su despertar turístico es una señal emergente de lucha contra la despoblación que atenaza a las tres comarcas -Baza, Guadix y Montes- que abarcan sus 4.722 km2.
Un turismo cada vez más atento a las experiencias en paisajes únicos ha encontrado el lugar perfecto en una arcaica depresión donde los ríos no hallaban salida al mar. Lagos y numerosos cursos fluviales discurriendo por su geografía fueron dejando sus sedimentos pausadamente durante millones de años. El resultado es un libro abierto del Cuaternario, el último y más reciente período geológico, en el que apareció no solo el homo sapiens sino que los continentes se movieron hasta la posición actual, triunfaron aves y mamíferos y la flora evolucionó hasta las especies que hoy disfrutamos.
El nuevo geoparque español, y la mejor representación de las tierras baldías europeas, ocupa la mitad norte de la provincia granadina. Para hacernos una idea de su excepcional geología conviene asomarse al valle del río Guardal y descubrir el cañón que, en las inmediaciones de Duda, ha hecho de la roca caliza un espectáculo natural de vértigo.