Acantilados de Étretat |
La Côte d’Albâtre, la costa de alabastro, célebre por sus acantilados, siendo el pueblo de Étretat la parte más reconocible. El arco natural de la Porte d’Aval y la columna rocosa llamada L’ Aiguille Creuse componen un conjunto que se encuentra entre los destinos más visitados de Francia. El color blanco de los acantilados contrasta con la alfombra verde de hierba que llega hasta el borde del mar, cuyos colores como la piel de un pulpo van cambiando con los cambios de luz al pasar las nubes. El espectáculo visual lo hace merecedor de ser una de las maravillas naturales del mundo, al nivel de los acantilados de Moher en Irlanda, o los de Dover en el sur de Inglaterra.
Étretat era en los inicios del siglo XIX, un tranquilo pueblo de pescadores hasta que al comienzo de la década de 1830 fue “descubierto” por la burguesía como lugar de reposo. Su origen, o al menos su topónimo aluden a términos vikingos : strut, strurt, strud, y posteriomente latinizado como Structa. Las familias acaudaladas huían del tórrido interior de Francia hacia la costa, donde además se habían puesto de moda los baños estivales alternando el ocio de su balneario y un casino. En Fecamp veraneaba Édouard Manet y Degas que lo acompañó como huésped del primero.También en el castillo de Valmont, Delacroix pasaba sus vacaciones de infancia.
Hoy el turismo desborda los acantilados de Etretat, colapsando la vida de este pequeño pueblo. A menudo los viajeros llegan apresurados, con apenas tiempo para sacar unas fotos de las formaciones rocosas y seguir con su ritmo frenético y absurdo de coleccionismo de paisajes. Sin embargo, Etretat se graba en la memoria con el recorrido pausado por sus miradores, casi tantos como pasos damos. Y merece la pena quedarse a dormir, y visitar a diferentes horas del día los acantilados, observando las luces del amanecer, del atardecer o incluso la noche que devora con su sombra la blanca piedra.
La playa de Étretat y sus acantilados
El viento rompe la ley de la gravedad haciendo que la lluvia vuele literalmente, quizá buscando desanimar a los curiosos incautamente protegidos con impermeables de plástico. Dos segundos después, cuando la ráfaga ha barrido el paseo marítimo de la playa, un fantástico sol nos da la bienvenida iluminando las agujas de los acantilados de Etretat. Mirando a las gaviotas tensar sus alas como si fuesen velas, sentimos la envidia de su privilegiada vista de los acantilados.
Con este juego de luces y sombras es fácil imaginar la estampa de los pintores modernistas captando el constante cambio cromático de los acantilados de Etretat. Quizá el más conocido sea Claude Monet, con su Étretat con su “l’aiguille et la falaise, pintado en 1885, pero Delacroix, Courbet, Boudin, Eugène Isabey, Jongkind, Charles Mozin o Eugène Le Poittevin tienen excelentes obras que nos permiten ver diferentes concepciones y miradas de este pueblo de Normandía.
Acantilados de Étretat, atardecer, obra de Monet |
Monet pasó en Étretat todo un invierno, el de 1868-1869 pintando "La porte d’aval" . Años más tarde volvería para seguir pintando el paisaje marino de Normandía, componiendo "Acantilados de Étretat en 1885" y “Étretat, la Manneporte, reflets sur l’eau” (que reposa en el Grand Palais del Museo de Orsay en París). Alojado en el Hotel Blanquet, Monet nos regaló con su obsesión por la luz, una de las mejores expresiones artísticas de los acantilados de Étretat.