Sidney Poitier |
Sidney Poitier nació en Miami, hijo de una familia de agricultores de la isla de Cat, en Bahamas. Fue pobre en su isla y pobre en Estados Unidos, el país al que volvió con 14 años, donde trabajó como peón de obra. Cuando tuvo edad suficiente, se alistó en el Ejército estadounidense para combatir en la II Guerra Mundial.
Poitier volvió a casa de una pieza y se fue a Nueva York para dedicarse a la interpretación, primero en los circuitos de teatro de y para afroamericanos y, después, en Broadway, donde debutó en un Lisístrata. Ese fue el camino que lo llevó hasta el cine. Joseph L. Mankiewicz le dio su primer papel en "El odio es ciego" (1950), la película que vio nacer el personaje clásico de Poitier: un caballero de buen aspecto y maneras educadísimas que rompía con los tópicos atribuidos a los afroamericanos.
En "Fugitivos" (1958), por ejemplo, Poitier ya tenía la condición de estrella, a la altura de Toni Curtis. Y aunque los dos hacían de delincuentes, a Poitier le tocaba el papel del ladrón cabal, con un sentido moral de su historia, frente al perturbado y bastante racista Curtis. Poitier fue gracias a esa película, el primer actor negro candidato a un Oscar a la mejor interpretación masculina.
Ese honor lo esperaba a la vuelta de cuatro años, en "Los lirios del valle" (1963), una historia de equívocos en el que Poitier interpretaba a un casi vagabundo que se cruzaba en el camino de una congregación de monjas blancas. A medida que la historia se desarrollaba, su personaje se iba ennobleciendo.
1967 fue el gran año en la carrera de Poitier, que estrenó en un solo curso , "Adivina quién viene esta noche" (1967), "En el calor de la noche" (1967), "Rebelión en las aulas" (1967). La primera fue la película que marcará por siempre su imagen. En "Adivina quién viene esta noche" (de nuevo, a las órdenes de Stanley Kramer), Poitier era un médico, viudo, impecable y, obviamente negro. Su prometida, blanca, lo llevaba a conocer a sus padres, Spencer Tracy y Katherine Hepburn... que ignoran hasta el último momento la raza de su nuevo yerno. El impacto de una trama así en 1967 fue inmediato.
En el calor de la noche fue también una película retadora. Poitier, esta vez, hizo de médico policía, un afroamericano más o menos integrado en la viuda urbana de Filadelfia, que regresa al sur para visitar a su madre y para reencontrarse con lo más brutal del racismo de Estados Unidos. A Poitier lo acusan de asesinato y le suspenden todos sus derechos. La película, dirigida por Norman Jewison, ganó cinco premios Oscar.
"Rebelión en las aulas", por último, fue una historia semejante pero complementaria, para empezar, porque se desarrollaba en Londres. Poitier, aquí, era un ingeniero que aceptaba un puesto de trabajo por debajo de su cualificación en una escuela de oficios. Sus alumnos, blancos y de clase trabajadora, desdeñaban y saboteaban el concepto mismo de la educación, pero Poitier lograba llamar su atención por el método de tratarlos como a adultos responsables. Cuando su trabajo empezaba a dar frutos, el ingeniero degradado recibía una oferta de empleo acorde con su licenciatura y había de enfrentarse a un dilema moral.
Ese tríptico de 1967 es muy significativo para entender aquel momento histórico. En las tres películas, Poitier es un buen ciudadano, un hombre que estudia y viste formalmente, que acepta los marcos de la sociedad de los blancos y consigue destacar en ella. Y que, pese a su esfuerzo, se encuentra con una barrera de entrada. Los años 70 estaban a punto de empezar con un espíritu mucho más transgresor.
En 2002, Poitier recibió el Óscar Honorífico por sus brillantes interpretaciones, por su "presencia única en la pantalla" y por "representar la industria con dignidad, estilo e inteligencia". Fue distinguido también con el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia (1962).