Jaime Ostos |
Hace casi dos años superó una delicada situación al estar en la UCI del Hospital de la Zarzuela de Madrid por coronavirus. Llevaba ingresado tres meses debido a un problema vertebral que, desde el verano anterior, había menguado la movilidad del maestro de Écija (Sevilla). Se va un torero de raza, será recordado por su entrega absoluta y por un valor de ley que le costó varias cornadas graves durante su carrera. Estuvo a punto de perder la vida en 1963 en la famosa cornada de Tarazona de Aragón. La intervención del doctor Val Carreres y su equipo fue providencial. Ángel Peralta taponó entonces la herida por la que la vida del maestro se iba. Llegó a recibir la extremaunción.
Nació en el seno de una familia acomodada el 8 de abril de 1933. Tras estudiar el bachillerato se formó como piloto de avión. Pero su auténtica vocación le llevó a intentar ser torero a los 19 años de edad. En el 52 debutó sin picadores en Écija y dos años después impactó en su presentación en La Maestranza logrando cortar tres orejas. Fue cogiendo ambiente, también en Madrid dónde resultó herido y destacó por su arrojo. El 13 de octubre de 1956 tomó la alternativa en Zaragoza de manos de Miguel Báez 'Litri' y en presencia de Antonio Ordóñez.
Tras el doctorado, se puso en excelentes condiciones para dar el salto: triunfó en Sevilla y en las ferias del norte, sus feudos para siempre. No confirmó en Madrid hasta el año 58, tarde en la que Antonio Bienvenida sufrió una gravísima cornada en el cuello, con Gregorio Sánchez como testigo. Aquel año firmaría dos buenas faenas en Las Ventas sin redondear con la espada. Precisamente, años más tardes, se convirtió en toda una referencia con el estoque por su contundencia. Como muletero destacaba por lo ceñido que se los pasaba.
Logró cosechar un gran cartel en Sevilla, fue triunfador absoluto de la Feria de Abril de 1962, y en Madrid donde se proclamó triunfador de San Isidro el mismo año logrando la única Puerta Grande de su carrera. La citada cornada aragonesa fue la más grave de cuantas recibiera a lo largo de su trayectoria, marcada por los percances: sufrió 14 cornadas, de las cuales ocho fueron graves como la de Bilbao en 1957, la de Sevilla y Salamanca en el 58, la de Pamplona en 1960 o la de Zaragoza en el 62 -su mejor año ya que cayó herido al final de la temporada con 79 paseillos realizados-, entre otras.
Los últimos años se tuvo que enfrentar a los hierros más temidos como Miura o Pablo-Romero. Su última temporada triunfal fue la de 1968, después continuó con afición, coraje y su luchador espíritu hasta 1980. Fue un torero con mucho valor, le llamaron "Jaime Corazón de León" por su capacidad de superación. En la calle, fue un personaje polémico, sin pelos en la lengua.