La acción nos lleva hasta el año 1940, Francia, tras el desastre militar, afronta la inminente invasión alemana de su país. Es en ese momento cuando surgen las diferencias en sus mandos. Mientras el primer ministro Pétain quiere rendirse y negociar con Hitler, el general De Gaulle apuesta por seguir luchando y resistir. Su postura hará peligrar la vida de muchas familias, entre ellas la suya propia, que tendrán que optar por huir de su hogar en circunstancias muy adversas.
Los acontecimientos que se describen son tan emocionantes que es suficiente narrarlos al modo clásico, sin florituras, como ha optado el cineasta Gabriel Le Bomin. Lo hace contando los enfrentamientos y diferencias De Gaulle y Petain, y recuerda que al primero, un general sin cargo político, no le quedó otra postura que huir a Londres ( “Las palabras son las únicas armas que me quedan”) y formar un Gobierno en el exilio. Pero, para ello, se vio abocado a dejar atrás a su familia que, lógicamente, fue amenazada. De hecho, mediante flash back , asistimos a su faceta de hombre familiar, un esposo enamorado y un padre que se sentía muy unido a su hija pequeña, con síndrome de Down. Las escenas en las que aparece con ella son muy emotivas. En el fondo la película indaga en las decisiones cruciales que se toman en la vida, en este caso por salvar a su país de la derrota y el hundimiento moral, y el precio que tuvo que pagar De Gaulle por ello: desterrado, fue depuesto de su nacionalidad, degradado y condenado a muerte por el gobierno “colaborador” francés.
La película no se olvida de mostrar las penalidades que sufrieron los que se quedaron en Francia, como hacía la impresionante Suite Francesa (primero novela de Irene Nemirovsky, y luego película) y optaron por abandonar sus hogares y emprender la huida para salvar sus vidas. Son impresionantes esas carreteras llenas de familias con sus pertenencias.
Se estrena coincidiendo con el 130 aniversario del nacimiento de De Gaulle, 80 años del histórico discurso radiofónico de Londres y 50 años de su fallecimiento.
Un film que se beneficia tanto de la actuación del camaleónico actor Lambert Wilson como de la que hace de su esposa, Isabelle Carré. Sus personajes están perfectamente definidos dentro del film: él un hombre audaz y patriota y ella, una mujer valiente y leal.