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Entrada a la cueva |
El laberinto subterráneo de Son Doong, excavado y erosionado durante millones de años, alcanza en algunas zonas los 200 metros de alto. O lo que es lo mismo: podría contener un bloque de rascacielos de 40 plantas. El interior de esta inmensa cueva vietnamita alberga un túnel de más de cinco kilómetros, una barrera de calcita de 90 metros de altura -la Gran Muralla de Vietnam- y estalagmitas y estalactitas gigantescas.
Un recolector local, Ho Khanh, la descubrió por casualidad en 1991 al encontrar la entrada a la cueva y escuchar el sonido de un río en su interior. Se hallaba escondida en el Parque Nacional de Phong Nha-Ke Bang, declarado Patrimonio de la Unesco. Intentó volver a ella pero no logró encontrar la abertura, oculta en medio de una frondosa jungla, y el lugar cayó en el olvido durante casi 20 años.
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Interior de la cueva |
En 2009, Khanh y un equipo de investigadores británicos localizaron la entrada y, cuatro años después, una parte se abrió a los turistas. Desde entonces, solo una agencia de viajes, Oxalis, ha sido autorizada a mostrarla, para limitar el número de visitantes. El objetivo es evitar los errores cometidos en otros lugares emblemáticos del país, como la bahía de Ha Long o las playas de Nha Trang, amenazadas por el turismo de masas.
Solo unos cientos de visitantes entran en Son Doong cada año. Cuesta unos 50 euros por visita y 2.500 euros por cuatro días de exploración. El dinero recaudado beneficia principalmente a la población local, una bendición en esta región pobre del centro del país.