Las grandes crisis han marcado la historia del Camino de Santiago, siempre ligado a la realidad vital de sus peregrinos. Algunas de ellas fueron bélicas, como las que durante el siglo XVI afectaron a parte de Francia complicando el acceso a la Península. Otras tuvieron un germen religioso, como las teorías protestantes que penaban el culto a los santos. También hubo crisis de carácter social, caso de las que a lo largo del siglo XVII convirtieron la ruta en refugio de delincuentes, hasta el punto de que había ordenanzas que prohibían dar cobijo «a los mendigos de Santiago». Pero el peor enemigo de esta senda ancestral movida por la devoción y la espiritualidad han sido, sin lugar a dudas, las crisis sanitarias.
En su larga historia, el Camino a Compostela ha visto desatarse la peor epidemia conocida por la humanidad, que segó la vida de 50 millones de europeos en cuestión de un lustro, allá por el siglo XIV. Se la conoce como ‘peste negra’ y protagonizó distintos brotes a lo largo de las siguientes décadas que modificaron las formas de ser y comportarse de las poblaciones de la época. Su aparición coincide con uno de los momentos de pérdida de peregrinos del Camino, cuyo origen se remonta al siglo IX. La recuperación llegó en el siglo XVIII (momento en el que se reforma la fachada principal), pero la enfermedad seguía acechando. Con un pie en el siglo XX, el Camino tuvo que hacer frente a la ‘gripe española’, causante de una media de 40 muertes diarias en la capital compostelana durante el año 1918, cuando las campanas dejaron de tocar a muerto. Apenas un siglo separa ese trance de la pandemia que sacudió los cimientos de la sociedad en 2020, un año crítico, capaz de vaciar la ruta, de despojarla de caminantes y de ponerla contra las cuerdas. Pero como ocurrió en el pasado, el Camino no solo sobrevivió sino que ha salido reforzado tras el zarpazo del Covid. Se ha engrandecido.
Echando la vista atrás, las cifras dibujan días oscuros en los que la pérdida de peregrinos fue tan abrupta como la expansión del virus. En 2019 llegaron a la capital gallega 347.578 caminantes, procedentes de 189 países entre los que se cuentan latitudes tan lejanas como Nepal (6 personas), Liechtenstein (4), Timor Oriental (3) o Fiji (2). Este éxito internacional -más de la mitad de la peregrinos provienen de fuera de España- se frenó en seco en marzo de 2020. Desde ese mes las estadísticas se congelaron en cero hasta que en junio la Ruta Xacobea inició una tímida remontada con la llegada de los primeros caminantes en tiempos de Covid. Fueron doce personas (diez gallegos, un andaluz y un rumano) los que inauguraron una nueva forma de peregrinar, más segura pero igual de intensa y gratificante. El salto en julio de 2020 fue espectacular: 9.752 caminantes procedentes de seis continentes.
Este mes marcó la tónica de lo que sería el verano y los meses siguientes, en los que las estadísticas continuaron escalando en busca de una remontada que no tiene vuelta atrás. Las cifras de agosto duplicaron a las de julio y el fervor por la ruta milenaria llenó de vida una ciudad que respira por y para el peregrino. La campaña estival se cerró con 29.564 ‘compostelas’, pero lo mejor estaba por llegar. El 31 de diciembre de 2020, coincidiendo con la ceremonia de apertura de la Puerta Santa, llegó de Roma el gran anuncio: Un Xacobeo ampliado por el Covid hasta el año 2022.