El Parlamento de Budapest |
Existen varias tradiciones en Budapest que se repiten todos los años por estas fechas y hay que respetar sí o sí. La primera consiste en ver, al menos una vez, alguna de las (muchas) películas que la televisión no deja de reponer sobre las andanzas de la famosa Sissi, la omnipresente emperatriz austro-húngara cuya imagen se cuela por la ciudad en forma de posavasos, camisetas, estatuas, palacios, calles y tartas.
Segunda norma navideña: no comer pollo en Nochevieja. Si no, mala suerte todo el año. Mucho mejor lentejas (atraen dinero) o cerdo. Y ganso, muy popular por estos lares. Lo de las 12 uvas tampoco se estila. Prefieren entonar el himno nacional al ritmo de las campanadas y, después, contemplar los fuegos artificiales que sobrevuelan el espectacular Parlamento, aupado a orillas del Danubio y uno de los hitos arquitectónicos de la urbe magiar.
Queda claro que despedir el año contemplando semejante gigante totalmente iluminado es un básico navideño de esta ciudad partida en dos por el Danubio: Buda (la zona histórica, aristocrática, calma) y Pest (más moderna, comercial y bulliciosa). Cenar surcando el río en un barco-burbuja transparente es, precisamente, otra de las propuestas de Nochevieja con más adeptos. También hay que apuntar el Baile de San Silvestre, la cena de gala del restaurante Gundel, el mejor de Budapest (y de toda Hungría), y el Concierto de Año Nuevo de la Ópera, cuyo soberbio edificio de estilo renacentista italiano fue un encargo personal del mismísimo Francisco José I, esposo de la recurrente Sissi.
Pero si hay un imprescindible durante el mes de diciembre, es el de los mercadillos navideños al aire libre. Están abiertos todo el día, pero lo suyo es acercarse cuando cae la tarde para verlos iluminados. Entre los más destacados figuran los de la Basílica de San Esteban, el Parque Városházao o la plaza de Vörösmarty, con su árbol de 20 metros de altura y su espectáculo de luz y sonido. En todos uno puede marcarse un festín culinario a base de cocina tradicional (de calle) húngara. Léase salchichas de tamaño XXL, pollo o ganso al pimentón (aquí, a la paprika), lángos (una suerte de buñuelo frito al que se añade queso rallado o jamón) o bejglis, dulce en forma de rollo con semillas de amapola, nueces o mazapán. De beber, no hay duda: vino caliente.
Los puestos culinarios comparten espacio con otros de madera para los regalos de Papá Noel. De muñecas matrioskas (sí, son rusas, pero están por todas partes...) a bordados, porcelanas o cubos de Rubik, por aquello de que su autor nació en Budapest.