lunes, 13 de diciembre de 2021

Giethoorn, el precioso pueblo holandés donde no existen las calles ni los coches


Al norte de los Países Bajos, un pequeño pueblo vive entre el más puro aire libre. Giethoorn tiene esa belleza de los pequeños pueblos del norte de Europa, cubiertos de grandes tejados de paja y llenos de césped, árboles, caminos y ventanas coloridas. Giethoorn es uno de ellos, pero no es uno cualquiera.

Giethoorn
No solo parece el escenario de en óleo impresionista al que solo falta enmarcar, sino que Giethoorn es también un pueblo donde los coches prácticamente no existen. Cualquiera lo diría encontrándose a tan solo una hora y media de Ámsterdam, pero su relativa cercanía a la capital no está reñida con la tranquilidad que aquí se ha asumido. Sus poco más de 2.600 habitantes no utilizan el carnet de conducir, si es que lo tienen: todos tienen sus botes preparados para ir de un lado a otro atravesando los canales que recorren el lugar.

La tierra y el agua conviven en este entorno sin más intermediarios que los brazos y las piernas de los habitantes. Aquí se camina o se navega. En este pueblo de la provincia de Overijssel está prohibido tener coche. Así lo han establecido las autoridades para que su belleza siga floreciendo en esplendor.

El coche tiene muchas alternativas

Por supuesto que no se ha decidido de la noche a la mañana, ni se ha obligado a quienes ya tenían vehículo a marcharse. En caso de tener alguno, los vecinos pueden seguir haciendo uso de él, pero siempre a partir una cierta distancia del pueblo. Por lo que deben también dejarlo aparcado a las afueras y volver a casa andando, en canoa o en bicicleta.Concretamente, el medio de transporte favorito entre el vecindario de Giethoorn no es la bicicleta como cabría esperar de los holandeses, sino el llamado punter. Se trata de un pequeño barco de madera impulsado mediante una pértiga o por motor.

De hecho, no hay un solo puente de los más de 170 que tiene el pueblo que pudiera soportar el peso de un coche. Construidas por sus propios habitantes, al igual que los propios canales (cavados en el siglo XIII con el fin de transportar la turba), sus casas tradicionales con granjas centenarias están proyectadas sobre innumerables islas de este carbón ligero y esponjoso de aspecto terroso que las sostienen sobre el agua.

Giethoorn, en invierno
De canales a pistas de hielo

Asimismo, por su ubicación geográfica y sus características, no es de extrañarse que las peculiares calles de Giethoorn se conviertan en enormes pistas de hielo cuando llega el invierno. Que no haya coches, de hecho, resulta incluso curioso en casos como estos, ya que dejan libre toda la vía para los amantes de los patines. Cada año, con las bajas temperaturas, familias y visitantes aprovechan para pasar las tardes sobre las aguas congeladas.

Giethoorn demuestra que no siempre es necesario renovarse o morir, simplemente basta con mantenerse fiel a la esencia de lo que te conforma. Mientras que el mundo se asfaltaba, se multiplicaban las carreteras y crecía la contaminación, en este pueblo holandés se apegaban a los barcos y canales que crearon sus ancestros.