Cuando creíamos que el cine francés era el que tenía casi la primacía en películas sobre educación (recuerden films tan bonitos como "Los chicos del coro", "Una razón brillante" etc…) llega el argentino Diego Lerman y nos deja encantados con "El suplente" que describe, con una gran belleza, el bien que surge cuando ejercer la docencia, es algo vocacional. Y lo hace, como en otros largometrajes de esta índole, cuando el profesor se enfrenta a un entorno aparentemente sino hostil, al menos no el más adecuado.
Lucio, un excelente profesor de literatura en la Universidad de Buenos Aires, decide aceptar una suplencia en una escuela del barrio donde creció, en la periferia de la ciudad. Lo que no imagina es que se verá envuelto en todo tipo de conflictos que afectan a los chavales, entre ellos meterse de lleno en temas espinosos intentando salvar la vida de uno de sus alumnos, Dilan, que desgraciadamente está siendo perseguido por un grupo narco del barrio.
Con mucho acierto "El suplente" toca varios temas como la educación como forma de cambiar a los estudiantes y su futuro, la importancia de la familia para la construcción de la personalidad de cada individuo (Lucio ha conocido por su padre, que regenta un comedor social, lo que es la generosidad), la vocación de servicio a los demás etc… Pero en un barrio marginal donde se desarrolla la acción también aprovecha el cineasta para denunciar cómo los narcotraficantes se aprovechan de la falta de recursos para utilizar a menores en sus fechorías.
Sobre la actuación de Juan Minujín, un intérprete argentino con mucha fama en su país por sus trabajos en cine y televisión, reposa gran parte de la trama. Su buen hacer se traduce en que sintamos una gran empatía por ese profesor al que le preocupan sus alumnos dentro y fuera del aula, al mismo tiempo que nos emociona con unas clases de literatura que nos hubiera gustado recibir a todos.