Cazorla, en Jaén, fue durante tres siglos tierra fronteriza entre moros y cristianos, hasta la toma de Granada en 1492. Un pueblo blanco, de casas enjalbegadas, rodeado por un mar de olivos a casi 900 metros sobre el nivel del mar y con una población que ronda los ocho mil habitantes. Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1972, posee un casco viejo muy interesante.
La Plaza de Santa María o Plaza Vieja puede que sea el lugar con más bares y restaurantes por metro cuadrado de toda la ciudad. Aquí se rumorea que la actriz Ava Gardner se compró una casa a mediados del siglo pasado. Esta plaza está presidida por Santa María, una iglesia con empaque de catedral, el monumento más importante de la ciudad y sus ruinas no son las de un templo en decrepitud, sino el de un templo que nunca llegó a terminar y que está rodeado de misterios. Empezando por su autor, que no se sabe a ciencia cierta si fue Andrés de Vandelvira (1505-1575), aunque muchos de los detalles de sus obras en la cercana Úbeda, también aparecen aquí, lo que hacen suponer que también trabajó en Cazorla.
El caso es que a falta de un solar plano de gran envergadura sobre el que construir la iglesia, se decidió allanar un espacio sobre el río Cerezuelo, manteniendo su cauce soterrado en una bóveda que pasa bajo el altar mayor y atraviesa longitudinalmente todo el edificio. Años después, en el verano 1694, unas lluvias torrenciales anegaron la zona y dejaron a Santa María con un aspecto ruinoso parecido al que vemos hoy. Nunca se llegó a acabar.
La bóveda se puede visitar gracias a una pasarela albañal construida en la margen izquierda del río que nos adentra en un mundo subterráneo a duras penas iluminado. A medio camino nos sorprende la silueta alargada de un ser fantasmal tumbado al otro lado de la corriente. No se le ocurra al viajero llamar 'sirena' a esa figura espectral. ¡Sacrilegio! No es una ninfa, sino la escultura de madera que representa a una demoníaca mujer-serpiente, una especie de gorgona Medusa que se llama Tragantía. Dice la leyenda que el último rey moro del Castillo de la Yedra tenía una hija, y que cuando un día de San Juan se vio obligado a abandonar la fortaleza por el avance de las tropas cristianas, tomó la decisión de encerrar a la princesa en una mazmorra y tapiarla para evitar que cayese en manos del enemigo. Su intención era que cuando pasase el peligro volvería para rescatarla. Pero todos los moros fueron aniquilados y la doncella pasó mucho tiempo encerrada, sin esperanzas. La desesperación y la humedad hicieron que sus piernas se fueran deformando hasta que llegaron a unirse en un cuerpo de culebra. Desde entonces aseguran que el espectro de la Tragantía (de tragón y dragón) sale todas las noches de San Juan con un lastimero canto que pone los pelos de punta: “Yo soy la Tragantía, hija del rey moro, el que me oiga cantar no verá la luz del día, ni la noche de San Juan”.
Desde entonces no ha habido intenciones de acabar la iglesia y sus ruinas acogen a la Oficina Municipal de Turismo y sirven para la celebración de conciertos, exposiciones y otros actos, como la gala de proclamación de Cazorla como Capital del Turismo Rural 2022.