El Manuscrito Voynich es el libro más extraño del mundo. Es el misterio más apasionante y desconcertante de todos los tiempos; y no es ninguna exageración. Y está en Burgos, en el corazón de la ciudad. En el museo que lleva el nombre del descubridor del libro más enigmático del planeta gracias a la Editorial Siloé, de Juan José García y Pablo Molinero.
Sobre el códice, nadie se sabe qué dice; qué explica; en qué lengua está escrito. Nadie conoce nada; nadie ha sido capaz de descifrar los miles de secretos que atesora esta joya. Pero, ¿qué contiene ese libro? ¿Qué hay de cierto en que guarde secretos? ¿Qué remedios ignotos esconde en un lenguaje críptico y misterioso? ¿Quién lo escribió?
El códice, dicen quienes lo ha visto de cerca, sonríe de manera burlona al observador porque sabe que contiene algo que nadie es capaz de saber qué es y que sus páginas nunca lo van a revelar. 40.000 palabras extrañas y hasta 20 caracteres diferentes; miles de ilustraciones raras; un orden exquisito y un contenido oculto. ¿Puede dar de sí algo más un libro?
Muchos manuscritos coetáneos al Voynich son anónimos, como éste. Sin embargo, en todos se sabe sus contenidos por estar escritos en lenguas conocidas, la mayor parte en latín. Quienes han estudiado el códice se han imbuido tanto en él que se han visto atrapados por su magia.
Algunos de eso estudiosos atrapados por la magia del Voynich son burgaleses. La Editorial Siloé, de Juan José García y Pablo Molinero, editó en 2016 un facsímil extraordinario del Voynich. Es un ejemplar idéntico que hasta huele a manuscrito. En pergamino. Es algo único.
Se barajan tres hipótesis sobre el códice, pero ninguna concluyente. La primera habla de que puede contener un mensaje oculto tras una codificación extraordinariamente realizada, que hasta el momento nadie ha resuelto. Otra dice que es un fraude, una estafa de aquella época histórica, con un presunto texto pseudorreligioso o esotérico con el que engañar a ricos y hacendados que buscaban la salvación eterna; o simplemente se trata de un libro escrito en lengua desconocida.
El Voynich guarda algo «escondido». El códice tiene varias partes y la observación nos lleva a concluir que en algunas de ellas, los dibujos están realizados antes de escribir. Se trata de la parte dedicada a la botánica. Es más que curioso que muchas de estas plantas no existan. No están descubiertas o simplemente, los dibujos están inventados.
¿Y si el autor del códice quería rebelarse contra la sociedad, como si fuera un sádico? En sus pergaminos, y circundando las ilustraciones de plantas, escribió alguien, que desconocemos. Ese alguien que plasmó esas letras, sabía lo que hacía pero la interpretación de los textos es imposible a día de hoy. Y ¿quién pudo escribir todo eso? Las interpretaciones se disparan y también las teorías conspiranoicas.
Lo que a primera vista puede parecer un manual de botánica o de naturaleza o de astronomía, puede ser que nada tenga que ver con lo que aparentemente vemos. Quizá el autor quiso esconder en esa escritura algún secreto y lo hizo camuflándolo entre unas ilustraciones que nada tienen que ver con lo que reflejan los dibujos.
Entre las muchas teorías que se dan para entender el Voynich, está la de un idioma extraño, inexistente, e incluso cabe la posibilidad de que sean palabras inconexas. Sin embargo sí es verdad que se han encontrado hasta 20 letras o signos gráficos diferentes, luego apunta a que sea un alfabeto.
Para descubrir la importancia del manuscrito debemos fijarnos en la calidad de las tintas empleadas y en la del pergamino. Quizá ahí pueda estar la clave del enigma y no tanto en lo que pone o el idioma en el que está escrito. O en las ilustraciones. ¿Podrían ser plantas de otro mundo? ¿Visiones esotéricas y oníricas de seres de otros planetas? ¿O el lenguaje con el que Dios habló a Adán en el Paraíso?
La Inteligencia Militar de Estados Unidos ha logrado descifrar códigos de todo tipo, como el de "Máquina Púrpura japonesa". El reto del Voynich llamó la atención de físicos e historiadores que aplicaron técnicas de inteligencia artificial, pero fueron incapaces de encontrar la fórmula magistral. Incluso el científico que más conoce del códice, René Zandbergen, no ha logrado su propósito. Se ha pasado miles de horas en la Biblioteca Beinecke de Manuscritos y Libros Raros de la Universidad Yale, donde se custodia. Hoy ya puede hacerlo con el facsímil.