sábado, 26 de septiembre de 2020

Hoy, festividad de San Cosme y San Damián

Los Santos Médicos Cosme y Damián fueron los patrones de los médicos, cirujanos, boticarios y barberos. Se les invocaba contra la peste, pero sobre todo, se les invocaba contra el muermo, la inflamación de las glándulas, la tiña, las afecciones renales, los cálculos, las inflamaciones de vientre y la incontinencia urinaria infantil. También se convirtieron en patrones de los hospitales y se crearon cofradías en nombre de San Cosme y San Damián.

Nacieron en Arabia en el siglo III d.C. Eran hermanos gemelos y tanto ellos como sus otros tres hermanos perdieron a su padre cuando eran pequeños. Su madre, una mujer de grandes virtudes cristianas, los educó en la fe cristiana. Nos cuenta la leyenda que ambos aprendieron medicina en Siria y que ejercieron esta noble profesión en Egea (hoy Ayás), Cilicia. Allí aplicaron sus conocimientos médicos tanto a personas como a animales y con gran pericia curaban cualquier tipo de enfermedad. Aún así, cuando todo les fallaba su fe ciega en Dios les favorecía para poder obrar milagros. Este don atrajo a muchas personas deseosas de curarse, fuesen éstas cristianas o no. De hecho, muchos de sus pacientes no creyentes se convirtieron a la fe cristiana después de su curación. Cosme y Damián ejercían su profesión más por devoción que por las ganancias que podían obtener ya que se negaban a cobrar por sus servicios.

Los hermanos vivieron en tiempos del emperador Diocleciano (284-305), uno de los perseguidores más acérrimos que ha conocido la historia del cristianismo. En ésta época, Lisias, el gobernador de Egea, estaba bajo órdenes estrictas de Diocleciano de neutralizar a los cristianos. La fama y la reputación que rodeaba a los médicos milagrosos no podían pasar desapercibidas para el gobernador quien les hizo llamar junto con sus otros tres hermanos, Antimo, Leoncio y Euprepio. Siguiendo el Edicto en Contra de los Cristianos decretado por Diocleciano, Lisias les dio la opción de apostatar o morir. Sin embargo, con la pretensión de que renegaran de su fe, los hermanos fueron sometidos a toda clase de torturas, físicas y morales. 


Pero ni los intentos de ahogar a los hermanos ni de quemarlos ni descoyuntarlos ni de crucificarlos y lapidarlos obraron efecto ya que un ángel siempre les salvaba. Tan sólo la decapitación pudo con ellos. Después de muertos también obraron milagros, contándose entre los más famosos la presencia de un camello en su entierro para explicar a los allí reunidos cómo enterrarlos y el trasplante de una pierna que realizaron los hermanos.