Básicamente, los solsticios marcan el comienzo del verano y del invierno, y los equinoccios de la primavera y del otoño. Así que podemos afirmar que son fenómenos muy parecidos, pero desiguales al mismo tiempo. En este sentido, el inicio de las estaciones viene marcado por los momentos en los que la Tierra se encuentra en determinadas posiciones con respecto al Sol.
Otra de las diferencias de los equinoccios y los solsticios es la duración del día y la noche. Durante el equinoccio, la duración de ambas es la misma en toda la Tierra. Por el contrario, el solsticio marca el día más largo del año, en el caso del verano, y el día más corto del año, en el de invierno.
Por este motivo, el origen de la palabra “equinoccio” (del latín) se deriva de la palabra “equi” (que significa “igual”) y “nox” (que significa “noche”).