Dicho de una forma sencilla, las nubes son una masa de gotas de agua, cristales de hielo o ambos al mismo tiempo. Su formación se debe a la condensación del vapor de agua y se mantienen en suspensión en la atmósfera. Existen diferentes tipos de nubes que se clasifican según la altitud en la que están y sus formas.
Lo primero a tener en cuenta es que el color al que observamos un determinado objeto depende de las múltiples longitudes de onda que reflejan y que nuestra retina recibe. Cuando vemos un objeto de color blanco, en realidad no es de este color, sino que estamos viendo todos los colores al mismo tiempo. Lo que ocurre es cuando las longitudes de ondas llegan a nuestros ojos al mismo tiempo, el cerebro las interpreta como el color blanco.
Tal y como hemos dicho anteriormente, las nubes se componen de pequeñas gotas de agua que todavía no son lo suficientemente grandes para caer en forma de lluvia. Cuando la luz del sol alcanza estas gotas, se refleja.
A diferencia del nitrógeno y el oxígeno atmosférico, las gotas reflejan todas las longitudes de luz por igual y en todas las direcciones, de ahí que veamos las nubes de color blanco.
Cuando la luz del sol atraviesa una partícula atmosférica en el cielo, la luz azul se dispersa más que otros colores, de ahí que tengamos la impresión de que el cielo es azul. Sin embargo, el cielo, del mismo modo que las nubes, puede ser de diferentes colores, como naranja, rojo o morado.
Ahora bien, en las nubes la luz solar se dispersa a través de las gotas de agua que son más grandes. Gracias a esto los colores se dispersan por igual, así que la luz del sol sigue siendo blanca y las nubes adquieren su característica tonalidad blanca.