Lucia se queda en paro tras perder su trabajo como programadora informática. Ante su situación decide reinventarse y se saca la licencia de taxista. Ávida de amor, se enamorará platónicamente de un vecino suyo, un actor de teatro que pronto cambia de casa. A partir de entonces, y durante su trabajo recorriendo las calles de la ciudad, los acontecimientos posteriores la convertirán en una vengadora.
Antonio Méndez Esparza (La vida y nada más) ha coescrito junto a Clara Roquet (Libertad) el guión de este drama de obsesión y de empoderamiento femenino en el terreno sexual, que adapta bastante fielmente la novela y su desconcertante final. Una película que se apoya en la magistral interpretación de Malena Alterio, que es capaz de cualquier registro interpretativo: aquí de una mujer vulnerable sentimentalmente y muy confiada pero, fundamentalmente, una escapista que endulza su pasado y la figura de su madre, a la que idealiza. En el desarrollo tiene un papel secundario pero trascendental Aitana Sánchez Gijón. Esta encarna a una productora teatral, Roberta, que se convertirá en la confidente de Lucia, puesto que el desarrollo del relato nos indica que, sobre todo en ciudades grandes con trayectos largos de coche, muchas veces los diálogos en taxi se convierten casi en una especie de pseudo terapia psicológica.
Irremediablemente la profesión de la protagonista nos recuerda un clásico del cine como es "Taxi Driver", de Martin Scorsese (1976), que, aunque diferente en la concepción del personaje y sexo, coinciden en dos aspectos: obviamente en que ambos pasan muchas horas en su vehículo comunicándose con sus viajeros pero también en ese amor por alguien a quien apenas conocen y del que han creado una imagen falsa para llenar su vacío. Sin querer hacer "spoiler" también se asemejan en lo peligrosos que resultan ambos cuando están fuera de control. Porque "Que nadie duerma" es un film sobre soledad urbana y la utilización de unos seres humanos por otros.
