Agustín Ibarrola |
Ibarrola se caracterizó por su lucha contra el terrorismo. De hecho, su gran obra, el "Bosque pintado de Oma" sufrió varios ataques en los años más convulsos de ETA. Vocación adolescente, impulso vanguardista y lucha política se unieron en uno de los artistas vizcaínos más universales nacido en un caserío de Basauri. Su deseo de dedicarse al arte brotó desde que era un chaval y le llevó por caminos imprevisibles. A los 17 años inauguró en la galería "Studio" del Casco Viejo su primera exposición.
Fundada por un grupo de amigos aficionados al arte de su tiempo, solía pasarse por esta sala sin que le tomaran en serio hasta que el «aldeanito», según su propia definición, les llevó unas sábanas pintadas, porque no tenía dinero para lienzos. La opinión de los galeristas cambió. No sólo le montaron la muestra sino que esta le sirvió para lograr una beca, de la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbao, para estudiar en Madrid con el pintor Daniel Vázquez Díaz. A un muchacho que había dejado la escuela a los once años, aquello le cambió la vida.
Al artista que transformó los pinares de Oma en una gran obra de arte le entusiasmaba la pintura de Vázquez Díaz y de Aurelio Arteta, cuyos cuadros veía una y otra vez en el Bellas Artes bilbaíno. Ambos representaban para él una evolución interesante del cubismo. Por eso estudiar con el primero le convenció definitivamente de que su camino era el arte. Un camino que llevó a vivir dos años en Formentera, a mediados de los años cincuenta, cuando ya estaba casado.
De la isla saltó a París porque necesitaba ir allí. Se fue con una mochila en 1956 en autoestop, sin saber una palabra de francés. Tiró de carretilla, movió bultos en las estaciones de tren, fue pintor de brocha gorda y descargó camiones en el mercado de Les Halles, donde hoy está el Centro Pompidou. Allí formaría el "Equipo 57" junto a Ángel Duarte, José Duarte y Juan Serrano. Algo más tarde se unió el arquitecto Juan Cuenca y también participaron en él Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea.