Superproducción gala que ha contado con un presupuesto de 18 millones de euros, para trasladar a la gran pantalla el clásico homónimo del literato Honoré de Balzac. Está claro que el cine francés no se parece al español, nadie en nuestro país hubiera arriesgado tanto dinero en una película de época.
El joven Lucien es un poeta en la Francia del siglo XIX, tiene muchos sueños de gloria, de ahí que abandone su pueblo natal y viaje a Paris. En la capital del Sena descubrirá una comedia humana donde todo se puede comprar o vender, y donde el éxito literario, sentimental o político no depende del talento sino de cómo se mueven las piezas.
Muy académica en su forma, y con un omnipresente narrador, su argumento de ascenso y caída de un plebeyo ambicioso recuerda a otro clásico del cine como es Barry Lyndon, de Stanley Kubrick, coincidiendo ambos en una visión pesimista del ser humano. Pero Balzac, que colaboró habitualmente en la prensa, hace esencialmente una sátira del mundo del periodismo vendido a cualquier causa pecuniaria, (en el sentido literal). En ese ambiente lleno de intereses y crueldad, el joven Lucien solo encontrará un alma pura, su enamorada Coralie, una joven que ascenderá también en la escena gracias no solo a su calidad interpretativa, llena de calidez, sino a las presiones que su prometido ejerce a medida que se hace famoso debido a los comentarios ingeniosos que salen de su pluma.
Con una puesta en escena abigarrada y preciosista, donde no falta alguna escena sórdida debido al ambiente disipado en el que se mueve el protagonista y sus compañeros de profesión , el drama de Giannoli, en algunos momentos no está tan alejado de la realidad donde el dinero y las falsas apariencias describen un mundo sin alma.