Jesús Carazo |
Royan es un pueblo agradable y simpático que en el siglo XIX fue como Cannes, con gente rica veraneando y grandes construcciones. Durante la Guerra Mundial se lo cargaron entero, mucha gente vendió sus casas y se levantaron otras con menos gracia. Aun así, tiene unas bonitas playas -aunque no sean de aguas cristalinas por el brazo de mar de la Gironda- y es tranquilo».
Hasta esa localidad viaja el protagonista de "Tiempo luminoso" (Valnera Literaria) para visitar a su hija, su yerno y su nieto. Lo que preveía una estancia tranquila y relajada cobra otro interés con la llegada de la joven Valérie: Es ese personaje imaginario con el que nunca te tropiezas en la realidad, pero al que puedes incluir en una novela. Es un ideal para el protagonista. Es una tentación también porque el hombre anda un poco descolocado después de vivir una aventura que no le salió bien.
El cortejo sentimental que Elio quiere experimentar, y del que no tiene todas consigo, transcurre en apenas dos escenarios: la casa (con elementos reales del mobiliario fundamentales en la trama) y la playa, circunstancias que suelen repetirse en las novelas de Carazo, tan semejantes en ocasiones al planteamiento de las obras de teatro.
Esa forma de narrar, junto al humor y a unos deliciosos diálogos hacen siempre de sus libros un placer para la lectura. Ocurre siempre, a pesar de que aborde temas complejos y duros como el alzhéimer, los amores no correspondidos, el pesimismo por unas vidas aburridas o la desaparición de alguna persona: «Yo no cuento nunca ninguna tragedia; suelen ser aspectos agradables», afirma sin dar importancia a la capacidad de su literatura para transformar la gama de grises de la vida -o el negro profundo- en algo afable, interesante y con otro colorido.
La historia de este cortejo es luminosa como el verano y mantiene el aliciente de intentar dilucidar si algo de lo que cuenta ocurrió, a sabiendas de que suele mezclar aspectos de su biografía con lo imaginario e inverosímil: «Hay cosas que solo te pasan en sueños, pero el novelista tiene la facultad de incluirlas como parte de la realidad», añade sin descifrar lo que le proporciona Morfeo y lo vivido.
Con una novela ambientada en Cantabria preparada y mientras trabaja en la segunda parte de El viaje a Grindelwald -una de sus novelas más personales-