El 25 de abril de 1974, un alzamiento militar incruento puso fin en Portugal al régimen dictatorial conocido como "Estado novo", fundado en 1932 por António de Oliveira Salazar. El general Antonio de Spínola se convirtió en presidente de una Junta de Salvación Nacional encargada de llevar la democracia al país. Una consecuencia del final de la dictadura sería la independencia de las últimas colonias portuguesas en África.
La llamada "revolución de los claveles" fue auspiciada por militares que habían combatido a los independentistas en suelo africano, agrupados en el llamado Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). A diferencia de en la vecina España, por entonces en las postrimerías del franquismo, el Ejército luso contaba en sus filas con un nutrido grupo de oficiales de ideología izquierdista: el papel de estos fue decisivo para derribar al Gobierno de Marcelo Caetano, que había sucedido en 1968 a un anciano Salazar incapacitado por un accidente.
La canción "Grandola Vila Morena", cuya emisión de madrugada en una cadena de radio dio la señal para la sublevación en los cuarteles, fue uno de los símbolos de la revolución portuguesa de 1974; al igual que los claveles rojos con que la población de Lisboa obsequió a los militares salidos a las calles. Esa primavera, todos los focos del mundo apuntaron a la experiencia lusa, que se rodeó de un halo romántico que aún hoy sigue conservando.
En 1975 se convocaron elecciones constituyentes y se otorgó la independencia a las colonias de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe. Pese a su aureola romántica, los primeros años de la revolución no estuvieron exentos de tensión: al advenimiento de la democracia sucedió un duro pulso entre los sectores más izquierdistas y los moderados, saldado finalmente con la victoria de estos últimos. La constitución de 1976 confirmó el rumbo democrático de la nación, que de este modo se apartaba del modelo comunista prosoviético por el que algunos abogaban.