lunes, 7 de octubre de 2024

Nobel de Medicina a Victor Ambros y Gary Ruvkun por descubrir los microARN

El Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) ha otorgado hoy el premio Nobel de Medicina a los científicos estadounidenses Victor Ambros y Gary Ruvkun por descubrir los microARN, y describir su papel en “la regulación génica postranscripcional”.

El innovador descubrimiento de Ambros, de 71 años e investigador de la Facultad de Medicina de Harvard (Estados Unidos), y Ruvkun, de 72 y vinculado al del Hospital General de Massachusetts, revela un principio completamente nuevo de regulación genética esencial para el desarrollo y funcionamiento de los organismos multicelulares, incluidos los humanos, ha destacado el jurado. Ahora se sabe que el genoma humano codifica más de mil microARN diferentes que controlan una amplia variedad de procesos, como el desarrollo embrionario, la diferenciación de las células sanguíneas, la función muscular, las cardiopatías congénitas, las infecciones virales y la formación de tumores.

Una persona está hecha de unos 30 billones de células que trabajan al unísono. Dentro de cada una de ellas hay una copia idéntica del genoma, una larga secuencia de 3.000 millones de letras genéticas de ADN. El genoma contiene unos 20.000 genes diferentes con todas las instrucciones para sintetizar proteínas, las moléculas fundamentales que nos mantienen vivos. A pesar de que todas las células llevan una copia idéntica del genoma, una neurona y una célula cardiaca funcionan de forma muy distinta, porque usan genes diferentes para cumplir su función especializada. Esta interpretación distinta de una misma partitura es la regulación genética, que permite que la neurona genere pensamiento y que la célula cardiaca no deje de latir.

La información genética está codificada dentro del núcleo de las células en forma de ADN, o ácido desoxirribonucleico. El ARN, o ácido ribonucleico, es una molécula complementaria que transcribe el ADN y lo traduce fuera del núcleo para crear proteínas. Ese es más o menos el dogma central de la biología molecular, acuñado en 1958. Pero en este proceso solo interviene el 5% del genoma, por lo que durante algún tiempo se ignoró el resto colgándole la etiqueta de “ADN basura”.

A finales de la década de 1980, Ambrose y Ruvkun eran dos estudiantes postdoctorales de biología molecular con una misión aparentemente sencilla: estudiar un animal de un milímetro compuesto por 959 células, el gusano C. elegans. Los científicos se centraron en dos genes, lin-4 y lin-14 que, a pesar de no estar aparentemente relacionados en la producción de proteínas, parecían tener un papel clave en el desarrollo del gusano. Cuando estos genes estaban mutados sus células especializadas no se formaban correctamente. El gen lin-4 producía un fragmento de ARN excepcionalmente corto.

Los dos investigadores seguirían ligados a estos dos genes durante el resto de sus carreras científicas. En 1993, ya por separado, Ambrose y Ruvkun publicaron dos estudios en la revista especializada Cell que describían cómo el lin-4 que había estudiado Ambrose interfería con la actividad de lin-14, que estudió Ruvkun, e impedía que este produjese proteínas. Por primera vez se demostraba que la regulación genética dependía de un nuevo tipo de molécula, los microARN.

El hallazgo apenas tuvo repercusión. Se pensó que era una curiosidad del gusano C. elegans. Pero en 2000, Ruvkun descubrió que otro micro ARN, el producido por el gen let-7, está presente y activo en todo el reino animal, incluidos gusanos, insectos, peces y mamíferos, incluido el ser humano. En la actualidad ya se han identificado unos 2.500 micro-ARN humanos involucrados en casi cualquier proceso esencial de la biología.

Estas moléculas también tienen una importante conexión con varias enfermedades, incluido el cáncer. Dentro de los tumores, los microARN son menos abundantes, con lo que podrían ser un freno tradicional a la formación de células malignas. En los últimos años se han desarrollado métodos de diagnóstico experimentales que analizan la presencia de microARN en la sangre, así como tratamientos oncológicos que buscan devolver el correcto equilibrio de estas sustancias.

El año pasado, el premio lo ganaron Katalin Karikó y Drew Weissman por la vacuna de la covid basada en otro tipo de molécula esencial, el ARN mensajero.

El galardón está dotado con 11 millones de coronas suecas, unos 950.000 euros. Este galardón abre la ronda de anuncios esta semana, que continuará el martes con el de Física, el miércoles con el de Química, el jueves con el de Literatura, y el viernes con el de la Paz.

Desde 1901, un total de 227 personas han recibido este galardón. Solo 13 de ellas son mujeres.