La memoria es un proceso mental que suele afectarse con los años. Incluso quienes aún no han traspasado el umbral de la vejez pueden sufrir una disminución de su rendimiento. Los fallos de memoria son una de las quejas más habituales del proceso de envejecimiento; más del 40% de las personas mayores de 60 años los sufren. No obstante, el problema se manifiesta con amplias diferencias; no todas ellas lo experimentan del mismo modo.
La comprensión más reciente de las características de la memoria ha supuesto un importante cambio de perspectiva respecto a épocas pasadas. Si bien las razones últimas de los déficits de memoria continúan sometidas a debate, numerosos estudios señalan que un uso insuficiente de los recursos cognitivos afecta negativamente a la salud del cerebro.
Lo que no se usa se pierde
Necesitamos ejercitar el cerebro para mantenerlo en forma, al igual que si se tratase de un músculo más. En caso contrario, se produce un progresivo deterioro que termina por afectar a su buen funcionamiento. La plasticidad cerebral es la facultad que posee este órgano para modificar su estructura; se trata de un complejo mecanismo mediante el cual se establecen nuevas sinapsis o conexiones nerviosas. Para el cerebro no es tan importante el número de neuronas que posee, como la calidad y fortaleza de sus conexiones entre sí. Está demostrado que los nuevos aprendizajes y la actividad mental continuada favorecen su desarrollo.
La plasticidad cerebral, o neuroplasticidad, se mantiene constante a lo largo de toda la vida; pero siempre que el cerebro se ejercite. Así lo sostenía Rita Levi-Montalcini. Esta sobresaliente neurocientífica falleció a la edad de 103 años gozando de plenas facultades mentales. Para ella, el ejercicio mental era la carta más alta de la que podemos valernos en la vejez. Un as en la manga que nos ayudará siempre. La estimulación cognitiva aporta sin duda enormes beneficios.