El Paseo Marceliano Santa María de Burgos acoge desde hace unos días, la exposición ‘Colores del mundo’ de la Fundación ‘la Caixa’ en colaboración con el Ayuntamiento de Burgos. Se trata de una muestra que, a través de 42 instantáneas de fotógrafos de National Geographic, plasma la gran paleta de colores que componen el mundo y acerca la enorme variedad de paisajes del planeta.
De la mano de prestigiosos fotógrafos de National Geographic, entre los que se encuentran los multipremiados Joel Sartore, Steve McCurry, Michael Nichols, Lynn Johnson, Jodi Cobb, Paul Nicklen o Frans Lanting, los visitantes podrán conocer las connotaciones de los colores en las culturas de todo el mundo a partir de la amplia gama de amarillos, naranjas, rojos, violetas, azules, verdes y blancos.
Esta exposición forma parte del programa Arte en la calle, con el cual la Fundación ‘la Caixa’ quiere hacer de Burgos un museo a cielo abierto. La divulgación es un instrumento básico para promover el crecimiento de las personas. Por este motivo, a través de estas exposiciones la entidad tiene el objetivo de acercar la cultura y la ciencia a todo tipo de públicos.
Ámbitos de la exposición
La muestra dedica un ámbito a cada uno de los siete colores elegidos y desgrana, a través de seis fotos por ámbito y pequeños textos introductorios, algunas consideraciones sobre el significado de esos colores en el mundo. En el caso del color amarillo, se puede ver fotografías donde un granjero está rastrillando el heno en hileras en el Estado de Washington (Estados Unidos), o un pequeño gelada sujeto a la espalda de su madre en el Parque Nacional de las Montañas Simien (Etiopía), o el dorado de una estatua budista en Myanmar.
El naranja es un color que, tal y como señalan desde la organización de la muestra, «a veces se pasa por alto, pues a veces cede el protagonismo al rojo o al amarillo». El naranja muestra su poder en el crepúsculo, como puede verse en la fotografía de unos ñus caminando en las proximidades del río Zambeze, o en la lava del volcán Mauna Ulu de Hawái. Pero también es un color sereno, que nos puede recordar la tranquilidad en el tono suave de las túnicas de los monjes budistas, como se ve en otra foto de un joven monje en Camboya.
La naturaleza usa el rojo para seducir y para mostrar poder y fortaleza. Es un color que persevera a lo largo de todas las estaciones; incluso en invierno, cuando todo muere, el rojo vive en el acebo brillante y las bayas de invierno. Las venenosas ranas dardo advierten de su letalidad a los depredadores con un color rojo brillante. El rojo no es sutil. En nuestra cultura es el amor, la pasión y el fuego. En India, de donde podemos ver una imagen de la tribu Fakirani, significa pureza; sin embargo, en África es color de luto.
En nuestro planeta estamos constantemente rodeados de tonos de azul: en un lago resulta relajante y en el cielo da buena cuenta de su inmensidad. En el océano, en cambio, nos dirige hacia el fondo, hacia lo desconocido», señalan. Un ejemplo de esto último son las fotografías de un góbido que descansa sobre una almeja gigante en el lecho marino de Indonesia o el par de focas cangrejeras que hacen la siesta sobre un bloque de helo flotante en la Antártida.
En el caso del color morado, afirman que es un color «misterioso». Lavanda, ciruela, berenjena, todos los tonos de púrpura son «sorprendentemente diferentes». El púrpura es suave pero insistente. Existe en las primeras horas de la mañana antes de que el sol emerja en el horizonte, como en la imagen protagonizada por una foca de Groenlandia que descansa sobre el hielo del Golfo de San Lorenzo, en Canadá, bajo el cielo crepuscular, y también, en otra tonalidad, en los colores del otoño que vemos en la panorámica del río Missisquoi en Estados Unidos. El púrpura retrata la realeza en los ricos tonos aterciopelados de las túnicas y coronas reales, o en los centros brillantes de las gemas.
El verde por su parte, es una «manifestación de vida». Es un resurgir, una renovación. El primer brote de una planta de color verde en una extensión de tierra significa el renacimiento que sigue al invierno. En las fotografías, se puede ver el esplendor del verde alrededor de un campesino cosechando el primer té del año en Japón. En el mundo animal, los verdes también están presentes, como puede verse en la imagen de un macho de quetzal guatemalteco.
El blanco se presenta en la exposición con una imagen de una novia y sus invitados que bailan en la calle en Skopie, en Macedonia. «El color de los comienzos y los finales es el blanco, e color de la pureza. Etéreo, inmaculado y prístino», añaden. Su delicadeza puede verse en el pelaje de algunos animales, como el lémur de Madagascar que protagoniza una de las fotografías de la muestra. Pero también puede ser «abrumador, pues absorbe todos los demás colores», como en la imagen del iceberg antártico por donde pasean unos pingüinos.