Una experiencia personal como voluntaria, en un campo de refugiados de Grecia, le hizo a la joven directora española Nely Reguera plantearse una serie de preguntas sobre el papel que juegan esas personas en esos destinos y los motivos que les impulsan a viajar a otros países para ayudar a los demás. Pero la película de Nely es inteligente y, al mismo tiempo, valiente porque no se queda en el buenísimo típico que alaba la labor de los voluntarios sino que, sin restarles valor, ofrece una visión más desmitificadora y más realista.
Marisa es una doctora recién jubilada que decide viajar como voluntaria a un campo de refugiados griego donde ella tiene la convicción necesitan a gente de su perfil. Pero, al llegar allí, se siente totalmente desplazada y no conecta con el resto de los voluntarios. Por ello, cuando conoce a un huérfano, Ahmed, decide tomar algunas decisiones arriesgadas sobre su papel con el niño.
Asombra, y por su actuación demuestra que la elección era adecuada, la presencia de la actriz Carmen Machi en un papel tan alejado a los que nos tiene acostumbrados. Su encarnación de Marisa tiene interés por los matices que le impregna: la ligereza, la falta de seguridad de su personaje al tener que afrontar unas tareas que ella no tenía asumidas y por el desfase generacional con otros voluntarios, mucho más jóvenes que ella. A este respecto, está muy bien, en el papel de voluntaria antipática, la actriz navarra Itsaso Arana.
Película sencilla en su planteamiento argumental, logra lo que la directora pretende; que el ciudadano occidental se plantee qué papel debe jugar el Primer mundo, y sus ciudadanos voluntarios, en el Tercer Mundo o en campos de refugiados asentados en Europa. Igualmente, avisa sobre los peligros que entraña que los ciudadanos se tomen unas libertades, que nadie les ha otorgado, para ayudar "a su manera" a los refugiados, con el riesgo que conlleva que muchos de ellos puedan caer en manos de redes de trata de seres humanos. Por ello, argumento cien por cien de actualidad cuando todavía vivimos la cruel guerra de Ucrania y sus secuelas.
Un auténtico refugiado sirio llamado Hamam Aldarweesh-Almanawe, encarna al pequeño Admeh, como él otros actores que interpretan papeles menores eran residentes del campo donde se rodó la película.