El punto de partida de todas las películas del director sueco Ruben Östlund se basan en la observación del comportamiento humano. Con esta comedia negra se ha colado entre las películas nominadas a los Óscar en tres categorías tan importantes como Mejor película, mejor dirección y mejor guión original.
Una pareja de jóvenes modelos son invitados a un crucero de lujo, en el que abundan los multimillonarios. Pero cuando cuando el yate se hunde y los pocos supervivientes acaban en una isla desierta, en la lucha por vivir, y salir adelante, las jerarquías cambian porque la limpiadora es la única capaz de alimentar al resto porque sabe pescar.
Hablamos de una sátira en la que el director se ríe del comportamiento inmoral de la gente rica, quienes por tener dinero se creen con más derechos que los demás. De ahí que en la película varias veces leamos la frase "Todos los hombres son iguales". Pero que nadie se llame a error, aunque la principal diana la sitúa Östlund en esa gente adinerada y egoísta, tampoco salen bien librados los de una clase económica inferior que actúan de igual forma prepotente cuando cambian las tornas.
La película tiene momentos jocosos dentro de su sordidez y excesos, pero cae en el mismo fallo de tantos estrenos actuales de alargar excesivamente el metraje hasta unos extremos innecesarios. Tanto en la presentación de la inmadura y frívola pareja de atractivos modelos, con diálogos insulsos alargados, como en la escena de la marejada en alta mar, donde vemos "vomitar" (siento ser tan explícita) a todo el pasaje, que seguramente será por lo que será recordada El triángulo de la tristeza.