Isla de Yonaguni |
En Yonaguni se habla el idioma que lleva el mismo nombre que la isla, idioma propio y hablado por tan solo unas 800 personas (las que viven en la zona), que pertenece a la familia de las lenguas japónicas. Lo más curioso de la isla en sí son probablemente sus estructuras, de las que ya hablamos en otra ocasión: el 1985, un aficionado al submarinismo llamado Kihachirō Aratake estaba realizando una expedición por la zona cuando se topó con un increíble descubrimiento; a medida que descendía por el agua, divisó una serie de grandes escalones en ángulo recto y perfectamente tallados. Algo así como una especie de pirámides mayas bajo agua.
Lo más sorprendente del asunto es que, aún a día de hoy, la comunidad arqueológica no se pone de acuerdo en sí se trata de una estructura natural o hay detrás un trabajo humano. Es un megalito de 50 metros de largo por 20 de ancho tan perfecto que hace suponer que alguien lo edificó hace años y fue tragado por el mar.
Los arqueólogos creen que podría haber pertenecido al continente perdido de Mu, un supuesto continente propuesto por Augusto Le Plongeon, que se habría hundido como la Atlántida y dado lugar a varias civilizaciones antiguas, creadas por refugiados de esa tierra desaparecida.
Sea como fuere, más allá de las increíbles estructuras que puedes encontrar en Yonaguni y que atraen a turistas de todo el globo cada año, también se pueden visitar otras cosas en la isla. Primero, si eres fácilmente impresionable, hay que decirte que tardarás más de un día en llegar a la isla desde España, con varias escalas mediante. Desde Tokio la separan un total de 2.035 kilómetros, es lo que tiene ser la isla más alejada de Okinawa.
Como curiosidad, aunque desde el siglo XVII pertenece a Japón, durante 30 años (concretamente de 1945 a 1972) fue ocupada por Estados Unidos a consecuencia de la II Guerra Mundial. Además de las increíbles estructuras, en la isla puedes encontrar el punto más occidental de Japón, desde el que puedes ver Taiwán si hace un día despejado (de hecho está más cerca de Taiwán que del resto de Japón), en el cabo Irizaki.
Hay un monumento que señala que te encuentras en esa zona, está abierto a los turistas y los que lo han pisado recomiendan ver el atardecer. Y si simplemente te apetece descansar, puedes disfrutar de paisajes espectaculares y bastante salvajes, con vacas y caballos incluidos.
Pero, por supuesto, la principal atracción de la isla más allá de las playas paradisíacas son las estructuras mencionadas anteriormente. Algunos operadores de buceo ofrecen excursiones de medio día o día entero donde se incluyen el traslado en barco, el alquiler de equipo (no te queda otra que bucear si quieres verlas) y un guía. Según el geólogo japonés Maasaki Kimura, se trataría de una estructura natural que fue modificada por el hombre hace al menos 10.000 años, y también señala que existe una grieta en mitad de los escalones que podría haber servido de pasadizo de acceso.
Además, la grieta está compuesta de piedra calcárea, la cual no es natural de esa región de Japón (lo que le lleva a pensar que hubo mano humana detrás de su aparición). Otras teorías apuntan que su origen podría remontarse al final de la era glacial. Sea cual sea su origen, es sorprendente de cualquier manera, y aunque largo, es un viaje diferente.