En la ciudad de Burgos no se oye el ruido del océano, y sin embargo un grupo de mercaderes y financieros escuchó su llamada desde la mitad del siglo XV. Trazaron trabajosamente las rutas de carreteros y acémilas para llevar la lana y otras mercancías hasta los puertos del Cantábrico. Crearon alianzas con armadores y constructores de navíos, y comanditas mercantiles norteñas y comenzaron a frecuentar los caminos de la mar por el norte.
La noticia del regreso de Colón, el misterioso genovés, con hombres y mujeres indígenas del otro lado del Atlántico llegó también a Burgos en la primavera de 1493. Después de la sorpresa inicial, la mente emprendedora de aquellos hombres comenzó a pensar como introducirse en aquel incipiente y nuevo mercado. Poco a poco se hizo evidente que Cristóbal Colón había llegado a América, un continente desvinculado hasta entonces del viejo mundo.
La Especiería seguía permaneciendo en la distancia como una promesa, un horizonte de negocio además de un reto para una sociedad y unos hombres que -en los comienzos de la modernidad- querían arrancar a la cosmografía todos sus secretos. Explorar, singlar, nombrar, y cartografiar son actividades propias del ideal de dominio renacentista. Comenzaba entonces lo que hemos llamado “el sueño especiero”, un conjunto de cinco empresas de exploración y soberanía impulsadas por grandes mercaderes burgaleses.
Los Haro, los Covarrubias, los Salamanca soñaban, sí, pero con los pies en la tierra. Trazaron su estrategia: dar crédito a la Corona a cambio de influencia y cargos ultramarinos. Con ayuda del obispo de Burgos, Juan de Fonseca, Cristóbal de Haro organizó y cofinanció el viaje de Magallanes-Cartagena, que por decisión de Juan Sebastián Elcano en las Molucas acabó convirtiéndose en la primera vuelta al Mundo. La nao Victoria, Elcano y los otros 17 circunnavegantes, además de los indígenas molucos aportaron en Sevilla, con una ingente cantidad de clavo, el 8 de septiembre de 1522. El 24 de diciembre Carlos I creaba la Casa de la Contratación de la Especiería en la Coruña. Burgaleses y gallegos se hicieron con el monopolio del comercio especiero. Cristóbal de Haro y Bernardino Meléndez fueron nombrados factor y tesorero de la Casa.
Dos grandes armadas -la de Magallanes y la de Loaysa- y tres de menor número de navíos -Dávila y Niño, García de Moguer, y Gómez- fueron las cinco oportunidades de consolidar el sueño especiero, un sueño no exento de dificultades y fracasos parciales, pero caracterizado también por la magnanimidad de sus diseñadores. Muchas vidas perdidas, grandes conocimientos geográficos adquiridos, algunas ganancias lucradas y, por fin, una decisión política de Carlos V, explican el desenlace del sueño esfumado en 1529.
Hay objetos que cuentan historias. Aquí, en el Arco de Santa María, hemos reunido algunas piezas, hemos inventado otras maneras de relatar, hemos querido invitaros -cuando vengáis a ver la exposición- a navegar desde estas piedras hasta aquellos mares remotos, a aquellas tierras incógnitas, singlando por una historia global y común. Encontraréis en este derrotero algunas pistas que -como los antiguos nautas- aprenderéis a interpretar…pero hemos querido dejar espacio para el sueño y la imaginación, para la creatividad y el aprendizaje. No hemos querido descubrir del todo la hermosura de los mares y el riesgo de esta navegación. Porque, como todo el mundo sabe, la Historia siempre supera la ficción.
La exposición permanecerá abierta hasta el 11 de junio, en el Arco de Santa María.