No creo que un español vaya a dudar lo que es un villancico. Por lo menos, lo reconocerá cuando lo oiga cantar, y sabrá diferenciarlo de cualquier otra pieza navideña. Pero cuando se sale de la península y las islas adyacentes, la cosa ya no es tan fácil. Y cuando en la temporada navideña, la radio anuncia piezas de otros países y en otro idioma, las clasifica con la mayor libertad como "villancicos". Y para muchos, Stille Nacht ("Noche de Paz"), el ya clásico austriaco del siglo XIX y "O Tannenbaum" ("Oh, luz de Dios, estrella azul"), se convierten en dos "villancicos" más.
El villancico (parece que viene de "villano" o campesino), es una composición popular anónima en verso con estribillo (el número de versos varía entre dos y cinco), que desde la Edad Media se usaba en las zonas rurales españolas, sobre todo en las fiestas de Navidad, pero no exclusivamente en ellas, y muchas veces hasta con tema profano.
Los villancicos de autor, aunque quizás recojan una tonada popular profana, aparecen ya en el Marqués de Santillana (1388-1458), Garci Sánchez de Badajoz (c. 1460-1526), Alonso de Proaza (c. 1470-1530), Juan del Enzina (1469-1529), Lucas Fernández (c. 1474-1542) y Pedro Manuel Ximénez de Urrea (c. 1485-1534), y Juan Boscán de Almogaver 1493-1542), entre otros. De carácter religioso y navideño merecen mencionarse los del valenciano Nicolás Núñez (siglo XV), Lope de Vega (1562-1635), y sobre todo los siete que se conservan de Santa Teresa de Avila (1515-1582).
Muchos de los villancicos "clásicos" pertenecen a esa categoría. Se componen por lo general de tres partes, aunque no se conserve siempre ese orden: una parte coral, toma o estribillo, una parte central o copla, y de nuevo el estribillo que también se llama vuelta o tornada.