Miguel Ángel Velasco |
"Pintando Castilla" condensa, tanto en libro como en pintura, las impresiones que le inspiran esta tierra, desde las casas abandonadas cuyas ruinas cuentan todavía su historia a los cardos que crecen a su albedrío en el páramo. El pintor describe con sus pinceles los ríos que la recorren y los cielos que la definen (en Castilla cuando el cielo llora, los colores de la tierra salen a consolarlo, esperando que el cielo vestido de luto muestre su azul sonrisa, dice en sus escritos); las casas de adobe y los tonos del campo; los caminos y las piedras y árboles con los que se encuentra.
Entre el medio centenar de cuadros que expone está representada Orbaneja, el pueblo donde nació, y las fiestas del Burgos donde reside. Los óleos impresionistas están marcados por los colores de la tierra y por los collages hechos de letras.
Esa técnica también está presente en los óleos de la planta de arriba que no representan paisajes sino ideas: «Uno de los que más me gusta es "Cartas en el desván", donde recojo algunos de los enseres que encontré en el trastero de mis abuelos, incluidas unas cartas. También el que se titula Nocturno y charca», donde pinta en tonos violetas una iglesia sujeta por las casas del pueblo mientras las letras de papeles y periódicos denuncian su historia: «Siento esa soledad de Castilla, con cansancio de tanto gritar sin ser oída; solo el cielo parece escucharla, regalándole un pedazo de sí mimo en una charca para cuando se despierte pueda aliviar su sed», escribe.
Velasco se ha dejado ver últimamente más por sus libros que por su pintura (ha publicado 3 desde su última exposición), pero ahora regresa colgando sus sentimientos de las paredes. Hasta el 22 de mayo, en el Arco de Santa María.